Dicen que la mejor estrategia del diablo es hacer creer que no existe, como ocurrió con el clan Puccio y su monstruoso jefe disfrazado de cordero. Esa respetable apariencia que encierra el mal, es uno de los aspectos más interesantes de la historia que cuenta la nueva película de uno de los mejores realizadores del actual cine nacional.
Filmada con un pulso clásico y sobrio, “El clan” es un film comercial y al mismo tiempo profundo.
Con una gran producción en todos los niveles, además de excelentes actuaciones que devuelven al cine argentino la posibilidad de acercarse a hechos verídicos y trágicos, de una manera inteligente, sin excluir la fascinación del espectáculo.
Todo film de Trapero transita por momentos de fuerte realismo e impronta documental, entonces -por su propia naturaleza- la trama (un resonante hecho policial en la época bisagra en la Argentina de los años ochenta, se presenta inmejorable para el director de “Mundo grúa”, “El bonaerense”, “Leonera”, “Carancho” y “Elefante Blanco”, quien ratifica su solidez narrativa con esta reconstrucción de la sórdida historia de los respetables vecinos de un barrio tradicional que llevaban una doble vida impensada para sus allegados.
Precisamente, la confianza que despertaba esta familia fue lo que les permitió marcar a muchos conocidos adinerados entre el final de la dictadura militar y los primeros años de la democracia.
El film expone el momento histórico para ubicar temporalmente, y coloca la lupa sobre la doble condición de este grupo que en microescala demostró funcionar como la dictadura, con un permanente mecanismo de negación acerca de los males propios y una externa demostración de virtudes y religiosidades. La doble faz entre la afectividad familiar y la oscuridad criminal es lo más perturbador a la hora de mostrar cómo funcionaba la familia dentro de las paredes de su residencia, mientras en el sótano o en el baño tenían a las víctimas secuestradas. La película muestra hasta qué punto era coherente la conducta esquizofrénica de todos. Por acción u omisión.
La vida cotidiana coexistía con el horror de los secuestros pero sin conectarse, como el que pone alta la radio para no escuchar o mira hacia otro lado para no ver, porque ésa era la consigna que bajaba desde la autoridad del padre-patrón interpretado magníficamente por Francella que compone un psicópata de dos caras, esgrimiendo una autoridad incuestionable.
El frío manipulador coexiste con el pater familias que colabora en las tareas domésticas y escolares y después redacta notas extorsivas en la soledad de su escritorio, donde luce su diploma universitario de contador.
La música cumple un rol importante dentro del film.
Al contrario de lo habitual, la banda sonora no intensifica sino que suaviza la tensión. Canciones ochentistas de Virus, Seru Girán o David Lee Roth, a la vez que estilizan el relato, lo vuelven menos denso y claustrofóbico. Al respecto, la escena en que el personaje del joven Lanzani (revelación actoral) echa mano a un respirador de buzo, sintetiza la textual falta de aire ant, a permanente presión paterna, porque la película descarga en Arquímedes toda la fuerza del mal y muestra a su entorno más bien victimizado, empezando por su hijo Alejandro, mucho más ambiguo entre lo corrupto y lo corruptible.
La película tiene un innegable profesionalismo en todos los rubros, aunque recién cerca del final alcanza su mejor ritmo.
Nos comparte la perturbación ante esa extraña mezcla de familia falsamente ejemplar y su siniestra mezcla de fama, respetabilidad, dinero, deshumanización y delincuencia. Múltiples capas del relato que no siempre funcionan con la misma fluidez pero que igualmente con una dimensión que va más allá del simple policial y trasciende la mera animación de un recorte periodístico de aquellos años de transición. Trapero vincula, expone, saca a la luz datos desconocidos para las nuevas generaciones y para ser rememorados por quienes atravesaron tiempos más oscuros.
Nota de El Clan: 8 sobre 10
Trailer de El Clan
JC
sábado, 12 de septiembre de 2015