Qué pasaría si nos dijeran que todos aquellos cuentos que nos leyeron de pequeños no acaban exactamente como creemos, si todas aquellas historias que Disney se encargó de endulzar, tuvieran otro tipo de final o, ya que estamos… ni siquiera tuvieran un final.
A eso juega Once upon a time, presentándonos de nuevo a unos personajes de sobra conocidos pero que de repente no resultan tan perfectos, tan heroicos o tan misericordiosos.
Ni la piel de Blanca Nieves era realmente tan blanca, ni la Reina Malvada tenía nada que envidiarle en cuanto a belleza. Los motivos del aristocrático intento de asesinato van más allá en esta serie dirigida por Dean White y David Solomon.
Cada capítulo (de momento se han estrenado los 13 primeros), presenta a un nuevo personaje de cuento de hadas, desmontando cualquier idea preconcebida o cualquier recuerdo que tengamos de las dulces princesitas, caperucitas, príncipes y animalitos diversos. En Once upon a time, los personajes de cuento tienen problemas reales y, lo que es más importante, tienen emociones y sentimientos reales que están a años luz de los “básicos” que se nos mostraban en las versiones azucaradas: amor, maldad. Todo se reducía a la premisa: el bien lucha contra el mal, el bien gana con buenas intenciones, el malo es desterrado o eliminado, el amor triunfa, vivieron felices… bla, bla, bla…
Ya sabéis como sigue la historia.
O quizá no, ese era el problema. La historia siempre acababa con su final feliz, villanos fuera de combate y héroes felices…
Ahora las cosas han cambiado. Los malos son realmente malos, de hecho son de un malo que asusta de verdad, una maldad así no puede ser apta para niños, ni para mentes sensibles. Con Once upon a time, no te ríes. Sufres por los personajes.
O quizá no, ese era el problema. La historia siempre acababa con su final feliz, villanos fuera de combate y héroes felices…
Ahora las cosas han cambiado. Los malos son realmente malos, de hecho son de un malo que asusta de verdad, una maldad así no puede ser apta para niños, ni para mentes sensibles. Con Once upon a time, no te ríes. Sufres por los personajes.
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